5.
OTROS CASOS
«UMMITAS»
Dinamarca, 27
de abril de 1960
El
testigo, cuya identidad no ha sido revelada, viajaba en su automóvil por
la carretera que une las ciudades danesas de Slagelse y Naestved. A eso
de las tres de la madrugada, cuando se encontraba a unos once
kilómetros al sur de Slagelse, tuvo una extraña sensación: «Parecía como
si alguien me vigilase.» El tiempo era bueno, aunque, en la zona, había
algo de niebla y una ligera brisa.
< ¿Signo
"ummita" en los trajes de los tripulantes observados en Dinamarca?
(Dibujo de J.J. Benítez.)
Al dejar atrás el bosque que rodea el
edificio principal de la hacienda «Gyldenholm», el conductor vio hacia
el suroeste un círculo blanco muy brillante. «Se aproximó a gran
velocidad y, en cuestión de tres o cuatro segundos, se colocó delante
del automóvil. Entonces, luces y motor se apagaron. Me situé como pude a
la derecha de la carretera y estacioné a cosa de seis metros del objeto.
Tenía la típica forma de "platillo volante": dos bols unidos por la
parte abierta, con una franja luminosa en el centro y una especie de
"torreta" en lo más alto. En total, unos nueve metros de ancho por seis
de altura. La nave era de un color verde grisáceo luminoso con tres ojos
de buey en la "torreta".
»Me quedé observando, perplejo, y vi cómo
aparecían tres patas por la zona inferior. El ovni podía estar a tres o
cuatro metros del suelo. Las patas se deslizaron hacia la tierra pero,
antes de que la alcanzaran, surgió un gran cilindro, también por la
panza del objeto. En el tramo final del cilindro descubrí una abertura
cuadrada, como una puerta. En ese momento vi a cuatro personas que
salían por dicha abertura. No tuve miedo. Pensé en salir del coche pero,
prudentemente, permanecí en el interior, observando. Aquellos seres eran
como niños. Ninguno medía más de un metro de altura. Avanzaron hacia el
automóvil con movimientos lentos y elegantes, como los submarinistas
bajo el agua. Yo estaba muy confuso. Los cuatro vestían igual: buzos de
una sola pieza y de color verde brillante. En el pecho lucían tres
franjas oscuras verticales; la del centro, más
larga...»
Según el testigo, en esos instantes,
mientras los pequeños seres se acercaban al coche, por la puerta del
cilindro surgió un largo y grueso cable. Reptó hasta el automóvil y se
detuvo a unos dos metros de la ventanilla derecha.
«El cable (?) terminaba en una pantalla
cuadrada, con una lente blanca, redonda e iluminada. El cable sostenía
la pantalla a un metro del suelo. Los "hombrecitos" rodearon el coche y
fueron colocando algo extraño, parecido a linternas, en diferentes
puntos del vehículo. Los rostros eran como los nuestros, aunque algo más
achatados. Las bocas se movían, pero no oí ningún sonido, a excepción de
un zumbido, similar al que producen los sistemas de alto voltaje.
Después regresaron a la nave. Cable y patas desaparecieron, y el objeto
se elevó a gran velocidad y desapareció hacia el
suroeste.»
México, verano de 1964
Manuel
Garza Rodarte y un compañero se encontraban cazando en las proximidades
de Poza Rica de Hidalgo (estado mexicano de Veracruz). A eso de las seis
y media de la tarde, cuando caminaban por un cerro, los perros
regresaron asustados. Al levantar la vista, tratando de averiguar qué
ocurría, descubrieron un disco plateado a unos ochenta metros de
distancia y a escasa altura del suelo. La observación fue breve: escasos
segundos. En la parte inferior, el objeto lucía una especie de «emblema»
en forma de «H». Al cabo de ese tiempo, el ovni se alejó en horizontal.
La «H» era grande y oscura, y destacaba sobre el plateado del disco.
Según los testigos, ocupaba la totalidad de la
panza.
Isla de Andros (Bahamas), 21 de mayo de
1966
La
presente información me fue facilitada inicialmente por mis buenos
amigos Willy Smith y Virgilio Sánchez-Ocejo, veteranos
investigadores.
Todo empezó hacia las tres de la
madrugada en la isla de Andros, una base norteamericana de seguimiento
de misiles situada a 250 kilómetros al este de Florida; un lugar de
máximo secreto en aquel tiempo. De pronto, uno de los operadores de
radar, cuya identidad no ha sido desvelada, observó una extraña
luminosidad en el cielo nocturno. Al poco descubrió muy cerca, casi
sobre su cabeza, una enorme nave con un símbolo en la parte inferior.
Era como una «H». El ovni se encontraba inmóvil sobre un pequeño muelle
y proyectaba un haz de luz cónico sobre un perro. El operador consiguió
filmar el objeto y también otros dos aparatos que se aproximaron al
lugar y que evolucionaron en torno al primero. El técnico llegó a filmar
durante ocho minutos. Poco después, los militares confiscaron la
película y se llevaron al perro. Dos operadores de una isla cercana
declararon que, a esas horas, entre las tres y las cuatro de la
madrugada, y durante ocho minutos, las pantallas de radar «quedaron en
blanco», y no se registró ninguna imagen. Ambos técnicos fueron
trasladados a otra base.
> El
operador tomó 350 pies (106 metros) de película. La Marina de Estados
Unidos la confiscó ese mismo día 21 de mayo de 1966. Las imágenes, según
el técnico, eran perfectas. (Dibujo de J.J. Benítez.)
Años más tarde, por una de esas
singulares «casualidades» (?) de la vida, el caso de la isla de Andros
terminó por llegar a conocimiento de los investigadores y, finalmente,
de la opinión pública. Fue en un programa de televisión, en Florida,
cuando el matrimonio Ralph y Judy Blum mostraron en pantalla algunas de
las fotografías del ovni captado en San José de Valderas (Madrid).
Dichas imágenes habían sido incluidas en un libro de Blum (Beyond
Earth: Man's Contact with UFOS, pp. 122-123), publicado en 1974. En
tales fotografías, como se recordará, se observa un objeto con la ya
familiar «H» en la panza. Pues bien, como consecuencia de este programa
de televisión se recibió una llamada telefónica. El comunicante, que no
quiso proporcionar su nombre, solicitó una entrevista con Ralph Blum.
Cuando ambos se vieron, el desconocido exclamó: «¡Veo que, por fin, se
han publicado mis imágenes!» Blum le hizo ver que aquellas fotos fueron
tomadas en 1967 y en España. Fue entonces cuando el informador procedió
a contar la historia que acabo de exponer y algo
más...
«... Ese día, 21 de mayo de 1966,
teníamos previsto un gran lanzamiento. Allí, en la isla, estaban todos
los «jefazos» de Alemania, Inglaterra, etc. Debían asistir a un AZROC,
es decir, al lanzamiento de un cohete desde un submarino... Yo me
encontraba en la cúpula por pura casualidad. Soy muy metódico, y me
gusta preparar las cosas con antelación. Así que me fui para el
observatorio y preparé la cámara... El lugar es conocido como Golden
Cay, pero, para nosotros, en aquel tiempo, era únicamente el
"emplazamiento número cuatro". Había siete emplazamientos... En esos
momentos, entre las tres y las cuatro de la madrugada, yo estaba
arrodillado, en la cúpula, tratando de organizarme. Había luz lunar. La
cúpula se hallaba abierta y yo intentaba aprovechar la escasa claridad y
la pequeña luminosidad de las luces laterales. Pero, de pronto, todo se
iluminó como si fuera de día. Me asomé a la cúpula y, perplejo, vi
aquella cosa... Estaba en posición horizontal, paralela a la cúpula y a
cosa de nueve o diez metros, en el extremo del muelle. Allí estaba
también Squib, nuestra mascota. Era un perrito muy
torpe...
»Al principio no vi esas
marcas que usted me ha mostrado en las fotografías de Valderas, en
Madrid. Sólo vi un disco... Puse el teodolito en manual y me preparé
para los lanzamientos de las siete de la mañana. El teodolito, como
sabe, es un instrumento de seguimiento con una cámara de 35 milímetros.
Solamente seguimos misiles y torpedos... Al día siguiente repitieron la
prueba y seguimos al SKIPJACK (el submarino atómico) durante dieciséis
horas. ¡Dieciséis horas sentado, siguiendo su antena!... Todo se
iluminó. Levanté la vista y, como les digo, aquella cosa estaba allí,
enfrente de mí. El muelle era de cemento blanco, pero todo aparecía
iluminado, incluido el interior de la cúpula y yo mismo. Yo no tenía ni
idea de lo que ocurría... Al mirar, vi al perro. Caminaba hacia el
extremo del muelle. Al llegar al final quedó como paralizado. No se
movía. Fue entonces cuando me decidí a girar la cámara y la puse en
manual, filmando. En total rodé unos 106 metros, de los 150 de que
constaba la película. Durante ocho minutos el perro siguió inmóvil y
sentado. Subía y bajaba la lengua al compás de la respiración. Después
se quedó con la lengua colgando... Era muy extraño. El objeto siguió
quieto, como clavado en el sitio, y sin prestarme la menor importancia.
Sólo les interesaba el perrito. A mí debieron de verme. Tenía las luces
encendidas y se oía perfectamente el zumbido del teodolito, al
funcionar... Entonces decidí llamar al "emplazamiento uno". Los de
comunicaciones me pasaron con seguridad. Yo les dije lo que estaba
viendo, pero, prácticamente, me mandaron a paseo. Imagino que me tomaron
por un juerguista. Yo, entonces, insistí sobre lo que estaba viendo y lo
juré por Dios... Al decides que tenía una película, la cosa cambió. Me
dijeron que subiera de nuevo a la torreta y que esperase su llamada por
los auriculares. Entonces Rainbow 1 (Arco Iris 1) se comunicó con
Rainbow 4 y volvieron a llamarme, anunciándome que enviaban un
helicóptero. Debía tener la película preparada...
Un haz de luz partió del objeto principal e
incidió sobre el perro. Squib quedó paralizado. A los tres
días se lo llevaron en una jaula. (Dibujo de J.J.
Benítez.)
»Para cuando se registró esta última
llamada, los objetos ya no estaban. Fue al cabo de esos ocho minutos
cuando, de pronto, oí un zumbido muy intenso. Entonces llegaron otros
dos objetos, algo más pequeños. Se pusieron a los lados del grande y
desaparecieron... No me dio tiempo a filmar a estos últimos... Squib
echó a correr por el muelle, en dirección a la cúpula, y los tres
aparatos se esfumaron. Todos tenían la misma marca en la base: una "H"
como la de las fotos de Valderas... Los tres eran exactamente iguales.
Del primero, del que permaneció quieto, salió una especie de haz
luminoso que fue a incidir directamente sobre el perro. El pobre
Squib no se movió. Recuerdo que bajé la cámara y lo filmé
también. Era una luz blanca, como la de los faros de aterrizaje de los
aviones, pero más potente...
»Hacia las 4.30 horas llegó el
helicóptero. El piloto, un tal Dave, estaba muy enfadado por el
madrugón. Bajó, recogió la película y se fue. Una hora después, hacia
las 5.30, llegó un segundo helicóptero. Preguntaron por mí, me hicieron
subir y me trasladaron al "emplazamiento uno". Allí me esperaba otra
sorpresa: una reunión con almirantes y jefazos de la aviación, algo que
me extrañó mucho, porque Andros era una base exclusivamente de la
Armada... Me hicieron toda clase de preguntas y, finalmente, el jefe de
la base me dio una orden: "Tienes que olvidar lo que has visto..." La
siguiente orden fue que preparase mis cosas. Al cabo de una hora estaría
en mi casa... Yo no entendía nada de nada. Me fui directamente a la sala
de proyecciones e intenté ver la película. Otras veces, la gente que
trabajaba en aquel departamento me habían mostrado las películas sin
ningún problema. Pues bien, en esta ocasión no me permitieron ni entrar
en la sala...
Hidalgo e isla de Andros, dos
avistamientos ovni con la "H" en la panza, anteriores al 1 de junio de
1967.
»Yo regresé a mi puesto, en
el "emplazamiento cuatro", y llamé al "emplazamiento seis". Así supe que
el radar del seis también había dejado de funcionar, como le ocurrió al
nuestro. Todo sucedió durante la presencia de los tres objetos.
Naturalmente, el lanzamiento fue suspendido. Tres días
después llegaron los de la Marina y se llevaron al perro y a la
totalidad de los animales... Dijeron que tenían enfermedades peligrosas,
en especial las cabras... Al pobre Squib lo metieron en una
jaula. Nunca más volvimos a verlo. El perro se pasó tres días sin querer
comer. Yo, junto con el piloto del helicóptero y los expertos en radar,
así como el jefe de la base, fui despedido...
Madrid, 1 de junio de
1967
< Situación
de Cuatro Vientos, a escasa distancia del palacio del Marqués de
Valderas.
¿De
nuevo la «casualidad»? No lo creo. En abril de 1996, las pesquisas sobre
los supuestos «ummitas» me llevaron hasta Manuel Rubio, un excelente
pintor. Él vivió el famoso avistamiento de San José de Valderas, pero a
las 11.15 de la mañana. Ésta es la primera vez que su testimonio sale a
la luz pública (casi cuarenta años después). Esto fue lo que me contó:
«Por aquel entonces yo trabajaba como delineante en Aeronáutica
Industrial, S.A., en Cuatro Vientos, muy cerca de San José de Valderas.
Era un jueves. Hacia las once, siguiendo la costumbre, salí de la
oficina para tomar un bocadillo. Al regresar, poco más o menos a los
quince minutos, lo vi inmóvil, a unos cincuenta o sesenta metros sobre
el campo de vuelo. Como puedes imaginar, me quedé perplejo. Era un
objeto redondo, de unos diez o doce metros de diámetro, de un color
plomizo. Se hallaba inclinado, ofreciendo la panza. Y así se mantuvo
todo el tiempo. Esa panza -supongo- se presentaba más oscura, de color
plomo, al quedar en la sombra. El perímetro del objeto, en cambio, era
brillante. La verdad es que lo contemplé a placer. Calculo que podía
estar a medio centenar de metros, aproximadamente, de donde me
encontraba. No hacía el menor ruido. Eso me impresionó. Y allí continuó
un largo rato. Como mínimo, un cuarto de hora. Después, siempre en
silencio, se alejó a una velocidad incalculable. Y lo hizo hacia el
poblado de San José de Valderas. Fue visto y no visto. Ningún aparato
humano podría desarrollar una velocidad semejante. La base o la panza
era lisa. En ningún momento llegué a ver la parte superior, y tampoco la
"H" que aparecía en las fotos de la prensa. Al día siguiente, el
periódico recogía una información sobre un ovni que había sido visto y
fotografiado en las cercanías del castillo de Valderas. En mi opinión,
el objeto fotografiado y el que yo vi eran casi idénticos. Lo único que
no acerté a observar, como te decía, fue ese extraño símbolo en la
panza. Y me alegré de que otros también lo hubieran visto. Como puedes
imaginar, cuando lo comenté en la oficina, nadie me creyó. Nunca supe si
otros compañeros lo habían visto. Imagino que sí, porque allí trabajaban
dos mil personas. Si te digo la verdad, tuve una extraña sensación.
Mientras contemplaba el objeto me sentí
observado...
»Aquello, sin la menor duda, era algo de
otro mundo e inteligentemente manejado.»
Manuel
Rubio, testigo de la presencia de un ovni el 1 de junio de 1967,
pero a las 11.15 horas de la mañana y muy cerca de San José de
Valderas (Foto: Blanca Rodríguez.) |
"El ovni
se mantuvo siempre inclinado y a unos treinta grados sobre el
horizonte." (Foto: Blanca
Rodríguez.) |
Posición del
ovni sobre el complejo industrial próximo a Valderas. (Dibujo: Manuel
Rubio.)
Cuenca, 1 de junio de 1967
Hacia las
cuatro de la tarde, la totalidad del pueblo de Huete, en la provincia de
Cuenca (España), pudo observar un objeto similar a un disco, muy
brillante y silencioso. Parecía aluminio. Al día siguiente, la prensa de
Madrid habló de un objeto que fue visto y fotografiado en San José de
Valderas. El caso me fue relatado por el padre dominico Aureliano de la
Fuente, testigo directo del avistamiento. Según los investigadores y
periodistas, el objeto de Valderas fue visto hacia las 20.20 horas de
ese jueves, 1 de junio de 1967; es decir, unas cuatro horas después de
la observación desde Huete. El religioso guardó el asunto en
secreto durante treinta y dos años.
El padre Aureliano, durante un encuentro,
aparentemente casual, en América, con el investigador J.J.
Benítez.
San José de Valderas, 1 de junio de
1967
> Emilia
García Carrasco, testigo del ovni de San José de Valderas
(Madrid).
Las
primeras noticias sobre Emilia García Carrasco aparecieron en Un caso
perfecto (p. 193 y ss.). En dicho libro (editado en 1969), Emilia
hablaba de un objeto, observado hacia las ocho de la tarde y en las
proximidades de uno de los castillos de la citada colonia de Valderas,
al suroeste de Madrid. Se trataba, en efecto, del célebre 1 de junio,
jueves. Posteriormente, que yo sepa, la mujer fue entrevistada por el
doctor Jiménez del Oso y por Antonio Luis Moyano. En febrero de 2004
tuve la oportunidad de conversar con ella en su domicilio. Las
palabras de Emilia fueron prácticamente idénticas a las
pronunciadas hacía treinta y seis años. La mujer recordaba muy bien lo
ocurrido aquella tarde: «Acababa de cumplir doce años. Los hago el 30 de
mayo... Recuerdo que estaba en el colegio, haciendo gimnasia con unas
compañeras. Yo, en aquella época, me sentía algo gordita y, por las
tardes, aprovechaba para hacer ejercicio... Y a eso de las ocho, cuando
oscurecía, salí hacia mi casa, en San José de Valderas. Mis amigas
vivían en Alcorcón, y yo, como siempre, regresaba sola, a pie. Entonces
vi aquella luz, por encima del pinar. Estaba quieta. Era anaranjada. No
oí ningún ruido... Fue algo extraño. ¿Cómo podría explicarle? Yo
caminaba decidida hacia mi casa cuando, de pronto, sentí algo raro. Era
como si alguien me estuviera observando. Entonces me volví y vi la luz
sobre el bosquecillo. Me quedé contemplando aquello durante unos
minutos. Estaba asombrada. El objeto tenía una "cosa" como
pintada. Parecía una letra china. Después me entró miedo y salí
corriendo... Algún tiempo después se presentó en el colegio un señor,
con una grabadora. Elena, la directora, fue clase por clase, preguntando
si alguien había visto algo raro. Fue entonces cuando lo
dije...»
Al mostrarle una de las
imágenes del ovni de Valderas, Emilia asintió. «Es el mismo, y la misma
"H", aunque lo que yo vi tenía más luz.» Y me pregunto: si el ovni de
San José de Valderas fue un montaje, como asegura Jordán, ¿por qué se
molestó en buscar y entrevistar a personas como Emilia García
Carrasco?
Camino seguido por Emilia García Carrasco a su salida
del colegio de religiosas "Amor de Dios". El ovni se hallaba sobre un
pequeño pinar, a unos quinientos metros de la testigo. "Fue como si
alguien estuviera observándome." (Cuaderno de campo de J.J.
Benítez.)
San José de Valderas (Madrid), 2 de
junio de 1967
Tuve la
fortuna de conocer a Paquita Jiménez en los primeros meses de 2004. Lo
observado por esta mujer en la colonia de Valderas ha permanecido
inédito durante treinta y siete años. Sólo ahora, y merced a las
asombrosas piruetas del Destino, aparece a la luz
pública.
«Fue de madrugada. Entre las dos y las
tres. Me encontraba en casa, en compañía de mis tres hijos pequeños. Mi
marido se hallaba fuera de Madrid. Nosotros vivíamos entonces en San
José de Valderas, en la calle Redondela. Recuerdo que hacía calor y me
asomé a la ventana. Era un cuarto piso. Fátima, una de las niñas, estaba
mal. Me encontraba haciendo tiempo para darle el antibiótico. Y en eso,
acodada en la ventana, observé una luz que se aproximaba por la derecha.
Me llamó la atención. Volaba muy bajo. Conforme fue acercándose,
comprendí que se trataba de algo extraño. No era un avión, ni nada
parecido. Mi marido es piloto y estoy acostumbrada a los aviones... Se
situó frente a la casa y allí permaneció un tiempo. Era como una gran
naranja, cortada por la mitad. Giraba sobre sí mismo y desprendía una
luz dorada. También vi otras luces verdes o azuladas. Emitía un sonido
sordo y apagado, como el zumbido de un motor. Al girar se distinguían
unas líneas. Eran como divisiones verticales... Yo miraba a la calle,
tratando de localizar a alguien que confirmara lo que veía. El lugar,
sin embargo, estaba desierto. Y seguí observándolo durante algunos
segundos. Podía estar a cincuenta metros, más o menos, y a cosa de dos
metros del suelo. Pensé que había tomado tierra, aunque no lo puedo
asegurar. Siempre lo vi por la parte superior. Siempre estuve por encima
del objeto. Después, lentamente, se desplazó hacia la izquierda y
desapareció por detrás del edificio. No sentí miedo, aunque hubo un
momento en el que noté que estaba siendo observada. Recuerdo que hice un
gesto instintivo, echándome un poco hacia atrás. Después me acosté y ya
no recordé nada de lo ocurrido No consigo saber qué sucedió. ¿Por qué se
me borró de la mente? Fue días más tarde cuando, súbitamente, me vino a
la memoria y se lo conté a mi marido. Algún tiempo después, por otro
compañero piloto, supimos lo sucedido en las proximidades del castillo
del marqués de Valderas. Yo he visto esas fotografías y puedo asegurarle
que lo que vi no era igual. Nunca pude ver la parte de abajo y, por
tanto, no sé si llevaba ese emblema...»
Trayectoria seguida por el ovni y punto de
observación de la testigo, en la colonia de San José de Valderas
(Madrid). |
Paquita
Jiménez, otro testigo inédito en el caso Valderas. (Foto: J.J.
Benítez) |
¿Ovni aterrizado en Valderas? El 12 de junio de 1967,
la revista italiana Gente (número 28) publicó la siguiente
noticia: "Madrid, junio. Un disco volante aterrizó en los alrededores de
Madrid y, después de recoger a algunos hombres, volvió a partir a
elevadísima velocidad. Así lo han declarado los hermanos Román y José
Arribas, que asistieron a la escena ocultos en una espesura de
arbustos." La testigo, Paquita Jiménez, no vio hombres, pero sí una nave
muy próxima al suelo. (Ilustración: J.J. Benítez.)
1 de junio de 1967. Varios objetos no identificados,
prácticamente idénticos, fueron vistos al suroeste y este de Madrid
entre las once de la mañana y las tres de la madrugada del día
siguiente.
Canadá
y Australia,
23 y 24 de agosto de
1967
Hacia las
cuatro de la madrugada, Stanley Moxon conducía su vehículo por la
carretera 15, en las cercanías de Joyceville, en Ontario (Canadá). Era
el 23 de agosto de 1967. De pronto vio un objeto, «tan grande como una
casa», que apareció en el cielo nocturno y se dirigía al campo. «Era muy
brillante -aseguró-, con una luz tan intensa que todo, a mi alrededor,
se hizo de día.» La nave tomó tierra cerca del automóvil y el joven
Moxon vio a tres seres que salieron de la misma. «Me quedé quieto, en el
interior del coche, con las luces apagadas, observando muy atento. Jamás
había visto una cosa igual. La nave y los seres estaban a unos
doscientos o trescientos metros. Eran unas personas pequeñas, de un
metro de estatura, aproximadamente. Parecían blancos, con algo en las
cabezas, como burbujas. Se dedicaron a recoger plantas y tierra.» Moxon
encendió las luces para verlos mejor y, en ese instante, los tripulantes
regresaron a la nave. Al poco, el objeto desapareció. Según el testigo,
era similar a un bol boca abajo, sustentado por tres patas. Moxon sólo
oyó un zumbido.
El hecho fue denunciado a la policía de
Smiths Falls. Cuando los agentes acudieron al lugar, hallaron zonas
quemadas y tres huellas que correspondían a una presión de cincuenta mil
kilos. Moxon fue interrogado por las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos.
Los militares le «recomendaron» que no hablara del
incidente...
Al día siguiente, 24, a las 17 horas, un
hombre cuya identidad no ha sido revelada se dirigía en moto hacia la
ciudad de Melbourne, en Australia, a miles de kilómetros de Canadá. Una
luz azulada lo envolvió cuando circulaba a cien kilómetros por hora. El
hombre detuvo la motocicleta, se quitó las gafas y, tras frotarse los
ojos, descubrió a su izquierda un objeto en forma de disco. Se hallaba a
treinta metros de distancia y a poco más de un metro sobre el terreno.
Era como dos platos soperos unidos por los filos exteriores, con un
diámetro aproximado de diez metros. La mitad superior era plateada, con
una cúpula. La inferior era oscura, con un emblema o insignia en la
panza, que no llegó a descifrar en su totalidad debido a la curvatura de
la nave. Él cree que podría tratarse de una «H». En esos momentos pasó
un automóvil pero no pudo detenerlo. Al mirar de nuevo hacia el objeto,
descubrió dos figuras, de pie, por delante del disco. Eran humanos.
Vestían sendos trajes, muy ajustados, de color plata, que les cubrían
del cuello a los tobillos. Sobre las cabezas llevaban unos cascos
similares a peceras. Los seres tenían entre 1,50 y 1,60 metros de
altura.
«Nos miramos durante un
minuto. Después me decidí a dar un paso hacia ellos. Los dos seres
hicieron lo mismo. Seguimos mirándonos en silencio, quizá otro minuto.
Entonces, uno de ellos alzó la mano y me saludó. Sentí tanto miedo que
salté sobre la moto y escapé. Iba a más de cien millas por hora cuando
oí un zumbido. Tuvo que ser muy fuerte para oírlo, entre el ruido de la
moto y del viento. Miré hacia atrás y vi de nuevo el objeto. Me seguía a
unos treinta metros del suelo y a poco más de cinco o seis de la
motocicleta. Aparecía rodeado de un color rosado. Comprendí que no podía
escapar, así que me detuve y traté de hallar un lugar donde esconderme.
La nave estaba inmóvil. El zumbido había desaparecido. Así permaneció
medio minuto, más o menos. Entonces empezó a cambiar de color y pasó del
rosa al rojo brillante. Después salió disparada a una enorme velocidad.
Puedo asegurar que pasó de cero a cinco o seis mil kilómetros en un
instante, sin aceleración... »
Galicia (España), 7 de agosto de
1968
Aunque el
presente avistamiento se registró en la tarde-noche del 7 de agosto, la
primera noticia apareció el día 12 en el diario Amanecer, de
Asturias. Después se difundiría por el resto de España. He aquí un
resumen de lo publicado en la prensa: «Un representante de artistas,
residente en Barcelona y que recorre actualmente Asturias, afirma haber
visto un misterioso objeto volante cuando, en unión de un conjunto
musical, hacía un recorrido entre las villas gallegas de Betanzos y
Villalba. Don Pedro Pablo Barrios dice: "Ocurrió el pasado día 7,
precisamente al entrar en un tramo de la carretera que no está
asfaltado. Pude ver claramente cómo un objeto lleno de luz comenzaba a
elevarse y a girar sobre nuestro vehículo para tomar la dirección que
nosotros llevábamos."
»El señor Barrios insiste en que estuvo
a punto de no contar nada de esto porque estaba seguro de que muy pocos
lo iban a creer. "Sin embargo a mí se me puede dar el mismo crédito que
se da a todas esas gentes que en otras partes del mundo afirman haber
visto platillos volantes."
»Afirma el testigo que pudo ver
perfectamente el vehículo y, para describirlo, dice que tenía la misma
forma que tienen los platillos volantes, de los que ya se ha hablado en
reiteradas ocasiones: "Pude distinguir -dice- perfectamente un signo que
llevaba en la parte baja, muy parecido a una 'H' mayúscula. De la parte
lateral salía una especie de antena que entraba y salía en el aparato.
Iba rodeado de una luz vivísima y al cabo de unos segundos se elevó y
desapareció."
Pedro Pablo Barrios, en 1968.
(Cortesía de las familias Barrios-Montes.) |
Trece
meses después del célebre ovni de San José de Valderas, otros
testigos vieron un disco con un "H" en la base cuando circulaban
por Galicia. (Cuaderno de campo de J.J.
Benítez) |
»El señor Barrios afirma también
que muy próximo al lugar de donde salió el "ovni" había un labrador con
un carro de bueyes, y unos metros más allá, unas mujeres que al ver el
artefacto volante se arrojaron al suelo. "Durante esos kilómetros en que
fue volando a baja altura, fue mucha gente la que pudo darse cuenta de
su presencia. Digo todo esto para que sirva de aval a mi declaración"
(Cifra).»
Treinta y cinco años después de aquel
encuentro, Pedro Pablo Barrios me concedió una entrevista, rememorando
lo sucedido. Sus palabras, como en el caso de los anteriores testigos,
fueron similares a las pronunciadas en 1968. Barrios recordaba la nave
y, en especial, la «H con tres patas», como él la describe. El objeto se
aproximó al automóvil en dos ocasiones. Por uno de los costados se
apreciaba algo parecido a una antena. También vio dos pilotos luminosos
en los extremos del disco. Durante unos minutos detuvo el coche en el
filo de la carretera, observando el objeto. Era totalmente silencioso.
«Fueron unos momentos terribles. La sensación fue de impotencia.
Después, al alejarse, otros vehículos pararon y comentaron lo que habían
visto...»
Al mostrarle las fotografías del ovni de
Valderas, Pedro Pablo Barrios reconoció que era el mismo objeto y la
misma «marca» o símbolo en la «panza». «No sabría decirle si estaba
pintada, aunque destacaba con claridad.»
A raíz de este avistamiento, el señor
Barrios fue testigo también de otros «acontecimientos» a los que me
referiré en su momento (espero).
San Vicente del Raspeig (Alicante), 27
de mayo de 1977
El
protagonista principal de la presente historia fue Luis Jiménez
Marhuenda, escritor, guionista, técnico de programación de radio y
televisión y ex director de Radio Santa Isabel de Fernando Póo y de
Radio Ecuatorial Bata. Luis fue otro de los receptores de los supuestos
escritos «ummitas». En la fecha señalada (mayo de 1977), Jiménez
Marhuenda dirigía y presentaba en La Voz de Alicante un programa sobre
ovnis y misterios en general: «A media voz.»
El día 25 de mayo del citado año, Luis
recibió en su domicilio, en la calle San Juan, en San Vicente, una carta
matasellada en Correos de Alicante. No presentaba remitente. Estaba
escrita a máquina y decía textualmente:
Señor Jiménez: Le ordenamos que deje de
interferir en nuestras relaciones con los habitantes de su planeta, no
sabemos si usted es consciente del daño que está
haciendo.
Como prueba de nuestra presencia, le
ofreceremos una señal luminosa en el cielo, que podrá comprobar desde su
propio domicilio en la medianoche del próximo 27 de mayo.
Si posteriormente no se retracta de sus
declaraciones, nos veremos obligados a estudiar «su
caso».
10.0100.10
< Luis
Jiménez Marhuenda (izquierda), junto a Rafael Farriols, en el congreso
sobre "Ummo", celebrado en Alicante en marzo de 1980. (Foto: J.J.
Benítez)
Como es natural, el periodista lo
consideró una broma. Tuve la fortuna de conocer a Luis, y creo no
equivocarme cuando afirmo que era una persona respetuosa con todo y con
todos. Difícilmente podía haber lastimado a nadie, y mucho menos
públicamente. Aun así, Jiménez Marhuenda revisó sus programas de radio,
tratando de averiguar dónde había estado el fallo. «Algo, quizá, molestó
al anónimo remitente de la carta.» Efectivamente, Luis no encontró nada
ofensivo. Como única y remota posibilidad aparecía el hecho de comentar
y difundir en las ondas el fenómeno de los «no identificados». Como es
bien sabido, hay mentes obtusas que, amén de negar por negar, cocean
cuando alguien plantea la realidad extraterrestre. «Recuerdo que,
semanas antes de ese 25 de mayo, en una de las emisiones de mi programa,
sugerí una nueva alerta ovni, tal y como habíamos llevado a cabo en
noviembre de 1975. ¿Fue esta idea la que
pudo molestar al anónimo comunicante?» En aquella oportunidad, como
insinuaba Luis, el programa «A media voz» llevó a cabo una experiencia
de intento de contacto con ovnis que resultó un éxito indiscutible. Pues
bien, al poco de comentar en la radio la posibilidad de este segundo
intento de conexión con los tripulantes de los ovnis, Jiménez Marhuenda
recibió la mencionada carta.
Sea como fuere, y aunque la misiva de
marras no parecía trigo limpio, el periodista puso el asunto en
conocimiento de algunos de sus amigos más íntimos. Todos estimaron que
no se perdía nada por estar atentos esa noche del 27 de mayo, viernes. Y
así fue. Un total de once personas se reunieron en el domicilio de
Jiménez Marhuenda, en San Vicente del Raspeig. En mi poder se encuentran
las identidades de todos ellos, aunque no considero oportuno darlas a
conocer, de momento. Y a las doce de la noche apareció en el cielo un
objeto color fuego que cruzó el firmamento de este a oeste. El ovni,
totalmente silencioso, permaneció a la vista de los asombrados testigos
por espacio de cuarenta segundos, aproximadamente. Había luna y algunas
nubes, que se desplazaban de norte a sur. Al día siguiente, el diario
Información de Alicante informaba sobre un extraño objeto que fue
visto por numerosos testigos, justamente en la zona de San Vicente. Uno
de ellos, encargado de una gasolinera, declaró haber observado una
intensa luz cerca del suelo. Cuando los investigadores llegaron a la
zona se encontraron con un círculo de tierra quemada, de unos seis
metros de diámetro. Aunque en la hierba y la tierra no se detectó
radiactividad, los dedos de Luis, con los que había tomado las muestras,
sufrieron una alteración dermatológica, similar a una
quemadura.
Primera página del diario Información
de Alicante, con la noticia del ovni sobre San Vicente del
Raspeig.
Sevilla (España), noviembre
o diciembre de
1977
A finales
del mes de noviembre o principios de diciembre (fecha no determinada)
del año 1977, cuatro estudiantes universitarios, cuyas identidades no
han sido reveladas, vivieron la siguiente experiencia: hacia las doce de
la noche se reunieron en un paraje que recibe el nombre de «El Gandul»,
a diez kilómetros, aproximadamente, de la ciudad de Sevilla. Como tenían
por costumbre (así venían haciéndolo desde el verano anterior), los
jóvenes echaron mano del «tablero» o güija (1) e intentaron establecer
comunicación con algún tipo de entidad no humana. Según Juan Trigo, el
investigador que interrogó a los universitarios por primera vez, fue esa
noche cuando, al parecer, el contacto tuvo «éxito» (?). De pronto, en
una de las concentraciones, observaron cómo un objeto luminoso se
acercaba hasta el grupo y se detenía a unos veinte metros por encima de
sus cabezas. El objeto tenía forma de plato invertido, con un dibujo o
emblema en la parte inferior: una especie de «X» (ninguno de los
testigos tenía relación con el asunto «Ummo»). El ovni dirigió
hacia ellos un potente haz luminoso, al tiempo que se incrementaba la
temperatura ambiente. Los cuatro estudiantes, aterrorizados, regresaron
al automóvil y trataron de huir de la zona. Fruto del nerviosismo, el
coche se les caló, y los asustados testigos optaron por permanecer en el
interior del vehículo, contemplando la nave durante algunos minutos. Al
observar que no se movía, los muchachos salieron del coche y comenzaron
a interpelar al ovni con grandes voces. El resultado fue negativo: el
objeto siguió inmóvil sobre el lugar. Cansados de gritar, recurrieron de
nuevo a la güija y preguntaron por la identidad y las intenciones de los
posibles tripulantes de aquella nave. Entre otras, al parecer,
recibieron las siguientes respuestas: «... No tengáis miedo... No os
haremos daño... Nuestro origen no es terrestre... Operamos en una base
cercana... La nave que hemos situado sobre vosotros no está tripulada,
sino teledirigida... Nuestra estatura es de treinta centímetros...
Tenemos una forma física que no os agradaría contemplar y que, tal vez,
os repugnaría... Nuestro tiempo es distinto del vuestro... Si lo
deseáis, podéis subir a nuestro aparato y realizar un viaje con él... Os
damos toda clase de garantías físicas y morales de que no sufriréis daño
alguno...»
(1) La güija consiste en un juego, o supuesto
juego, en el que los participantes pretenden conectar con espíritus o
seres no humanos mediante el movimiento de un vaso sobre un tablero en
el que aparece el abecedario.
> Los estudiantes sevillanos de medicina, biología,
filosofía y filología vieron un objeto de unos nueve metros de diámetro
con una especie de "X" en la base. En el lugar existen dólmenes
prehistóricos y diferentes instalaciones militares.
Sevilla (España), febrero de
1978
El
presente caso fue investigado, en su momento, por Joaquín Mateo Nogales
y Manuel Filpo, de Gerena (Sevilla).
Ocurrió hacia febrero de 1978. Uno de
los testigos -Fernando Peralías Vallejo- era pariente de mi buen amigo
Joaquín Mateo. Peralías falleció el 13 de enero de 1997 a los setenta y
cuatro años de edad. Tanto Joaquín Mateo como Manolo Filpo escucharon a
Fernando en diferentes oportunidades. «Siempre lo contaba
igual...»
Cuaderno de
campo de J.J. Benítez, con anotaciones y dibujos sobre el caso de
Sevilla (febrero de 1978.)
Sucedió hacia las diez de la mañana,
cuando Peralías Vallejo trabajaba en Dragados y Construcciones, en la
ciudad de Sevilla. Era la hora del desayuno. Peralías se hallaba en
compañía de otros obreros. En esos instantes vieron en el cielo un disco
iluminado que se precipitó hacia tierra a gran velocidad. De pronto, el
objeto se quedó quieto, a cosa de sesenta u ochenta metros del suelo y a
unos cien del lugar donde se encontraban los sorprendidos testigos. El
disco permaneció inmóvil durante algunos segundos. Después ascendió a
idéntica velocidad. Según el testigo, el objeto lucía en la panza
una especie de signo: dos uves unidas por el vértice, parecido al famoso
«emblema» (?) de «Ummo».
> Fernando
Peralías Vallejo, uno de los testigos del ovni con la "doble uve" en la
panza.
Este «emblema», que guarda una cierta
semejanza con el del Gandul, me recuerda otros hechos registrados en la
ciudad de Roma, aunque en años anteriores. El asunto fue investigado por
el prestigioso diplomático Alberto Perego. He aquí una síntesis de lo
ocurrido en aquel lejano 1954 sobre el Vaticano: «... Hasta agosto de
1954 -escribió Perego-, cuando oía historias de "platillos volantes",
pensaba que eran naves de las grandes potencias y compartía la opinión
de los astrónomos de que cualquier hipótesis sobre la posibilidad de
vuelos interplanetarios era absurda. Durante agosto y setiembre de 1954,
los periódicos italianos publicaron numerosas noticias sobre "visitas"
masivas de ovnis a Francia, incluyendo relatos de muchos aterrizajes. El
17 de setiembre, un objeto en forma de puro apareció y permaneció
estacionario durante unos minutos sobre Roma, y fue visto por miles de
testigos. Ya en octubre, la "oleada" había pasado de Francia a Italia.
En ese mes, la prensa italiana publicó no menos de doscientos
avistamientos y unos diecinueve aterrizajes por todo el territorio
italiano. Y el 11 de noviembre, la United Press dijo que se habían
producido cuatrocientos informes sobre ovnis en Italia durante los
últimos ochenta días. En Roma, miles de testigos discutían sobre lo que
habían visto o acudían a los medios informativos con sus historias, pero
los periódicos ya comenzaban a aburrirse y, finalmente, muchos testigos
decidieron que era mejor quedarse callados. Pero el acontecimiento más
asombroso estaba aún por suceder. A la una de la tarde del 30 de
octubre, cuando iba conduciendo mi coche y pasaba por la iglesia de
Santa Maria Maggiore de Roma, observé que había unas cien personas
mirando hacia el cielo. Me detuve y miré, y vi dos pequeños puntos
blancos moviéndose en dirección sur. Luego desaparecieron en direcciones
contrarias, y luego éstos (u otros dos) volvieron a aparecer y
comenzaron a moverse hacia el norte. Estos objetos me parecieron naves
aéreas que volaban a unos dos mil metros de altura. El fenómeno me
impresionó mucho, especialmente porque no hacían ruido alguno. ¿Era
éste, acaso, un nuevo tipo de nave? En ese caso, ¿de dónde procedían y
por qué volaban sobre Roma? Al día siguiente, los periódicos romanos
publicaron la noticia (31 de octubre). Ahora voy a relatar los sucesos
espectaculares que tuvieron lugar el 6 y el 7 de noviembre, y de los que
la prensa no hizo mención alguna. El 6 de noviembre, a eso de las 10.45
de la mañana, yo estaba en el distrito Tuscolano, de Roma, cuando volví
a ver los dos "puntos blancos". Muchas personas en torno a mí también
los habían visto. Me subí a la azotea de una fábrica para tener una
mejor vista del cielo, y permanecí allí, con muchas otras personas,
hasta la una del mediodía, observando el espectáculo más sorprendente
que había visto jamás. Cito mis notas: "Noviembre, 6 (1954). Hoy, entre
las once de la mañana y la una del mediodía, sobre el cielo de Roma han
sobrevolado docenas de vehículos aéreos a una altura de entre siete mil
y ocho mil metros. Se movían a distintas velocidades, que a veces
parecían alcanzar 1.200 o 1.400 kilómetros por hora. Los aparatos se
veían como puntos blancos que, a veces, dejaban un rastro corto blanco.
Primero calculé unos cincuenta, pero luego comprendí que eran, por lo
menos, cien. A veces volaban por separado, en parejas o en grupos de
tres, cuatro, siete o doce. Frecuentemente volaban en formaciones de
cuatro, formando el contorno de un diamante, o en formaciones de siete,
formando una 'V'. A veces viajaban en fila o formando curvas, o
avanzaban formando un gran ángulo obtuso. A mediodía, una formación de
veinte aparatos apareció por el este, volando hacia Ostia, y casi
inmediatamente después vi otra formación similar que venía de la
dirección opuesta, esto es, desde Ostia. Los dos escuadrones, formados
como una 'V', volaron uno hacia otro hasta que los vértices de sus
ángulos se unieron, formando una cruz de San Andrés perfecta de cuarenta
naves (diez en cada brazo). Esto ocurrió entre siete y ocho mil metros
sobre el distrito Trastevere-Monte Mario de Roma y, posteriormente,
sobre la propia Ciudad del Vaticano. A continuación, la 'cruz' entera
hizo un giro sobre su eje y se convirtió en una 'X'. La formación se
mantuvo durante un minuto y luego se rompió formando dos curvas
serpentinas que se alejaron en direcciones opuestas. Toda la operación
duró unos tres minutos. Después vi una gran sombra azulada y comprendí
que era otra concentración de objetos, en grupos de cuatro, siete y
doce. Esta vez pude contarlos mejor: sumaban más de
cien.
Decenas de ovnis formaron misteriosas
figuras sobre la ciudad de Roma en 1954. Tres de ellas eran similares a
la "H" o "X" de "Ummo."
»Me sentía fascinado, pero también con
cierta angustia, consciente de estar presenciando algo realmente
grandioso. Estos escuadrones de naves poseían claramente una potencia
nueva y revolucionaria, muy superior a nuestras naves y armas
convencionales. Pero ¿a quién pertenecían? En ese mmento vi que del
cielo descendía un material filamentoso, extraño y luminoso, que ahora
se conoce como 'cabello de ángel'. Pude coger un puñado del mismo. Se
parecía, a los filamentos de los árboles de Navidad, pero más finos y
mucho más largos. Era diferente de los filamentos usados en la última
guerra por los bombarderos norteamericanos para obstruir el radar
enemigo. No era material plateado, sino de una sustancia más bien
'cristalina' que se evaporó al cabo de unas horas.»
Sevilla, octubre de 1978
Un joven
de esta ciudad, que responde a las iniciales F. C., regresaba a su
domicilio después de haber dejado a su novia en el portal de la casa.
Eran las 23.15 horas. El muchacho tomó el camino habitual, hacia La
Barqueta, con el río Guadalquivir a su izquierda. Cuando había caminado
unos diez o quince minutos, observó una luz, al parecer, en el interior
del agua. Después vio un objeto de gran tamaño que salía del río. En la
panza presentaba un «emblema»: algo similar a una «H». No sabe cómo
llegó hasta su casa. Esa noche -según la familia-, F.C., muy alterado,
empezó a hablar en sueños sobre «Ummo», algo que nadie
comprendía.
Varsovia (Polonia), 22 de mayo de
1979
Hacia las
diez de la noche, un ciudadano que prefiere permanecer en el anonimato y
al que llamaremos W. R. se dirigía desde su domicilio hacia un parque
próximo. Su intención era tomar un café en un bar situado en Piastow. La
noche era limpia y fresca. W. R. caminaba rápido cuando, de pronto, a
corta distancia, sobre el sendero, descubrió tres luces. Al instante se
percató de que aquellas luces procedían, en realidad, de un objeto más
grande, con forma de pastilla de hockey y de unos tres metros de
diámetro. El singular objeto flotaba en silencio a pocos centímetros
sobre el camino, emitiendo dos rayos de luz por la cara superior y un
tercer haz luminoso de unos quince centímetros por la parte
inferior.
La nave, según F.C., podía medir unos diez metros de
diámetro.
Nave observada sobre el río Guadalquivir, en Sevilla,
en 1978. Ovni dibujado por el testigo en el cuaderno de campo de J.J.
Benítez.
Nunca se explicó por qué, pero W. R.
continuó por el sendero, aproximándose al «disco de hockey». Al llegar a
tres metros se detuvo. Entonces dio comienzo la extraña «secuencia». En
el lateral aparecieron unas figuras geométricas de color verde, que
emitían luz de forma intermitente: cuadrados, círculos, triángulos y
trapecios. Después se presentaron otras luces rojas en la parte superior
y se formó una «H» sobre la totalidad de dicha superficie. Acto seguido,
el objeto emitió una luz blanco-azulada y el testigo experimentó una
intensa sensación de calor, así como quemaduras en el rostro. Asustado,
W. R. dio media vuelta y huyó del parque.
A la mañana siguiente, cuando
despertó, notó una fuerte presión en la cabeza. Días después tuvo que
ser atendido de quemaduras en la cara y de pequeñas infecciones. Los
médicos no supieron explicar el origen de las lesiones. W. R., según el
investigador Krzysztof Piechota, sufrió tal conmoción con aquel suceso
que se negó a volver a comentar lo ocurrido. Al mostrarle las
fotografías del ovni de San José de Valderas, el testigo reconoció el
«emblema» que aparece en la base de la nave como el mismo signo que vio
en la cara superior del objeto que flotaba sobre el
parque.
En la cara superior del disco apareció una "H",
similar al "emblema" o signo del ovni de San José de Valderas, en
Madrid.
Alicante (España), 26 de abril de
1980
A finales
de marzo de 1980 tuve la oportunidad de asistir a un congreso nacional
sobre el asunto «Ummo». Al acto, celebrado en el hotel Babieca, próximo
a la ciudad de Alicante, acudieron estudiosos y seguidores del polémico
tema. Se trataba de conmemorar el treinta aniversario de la llegada a la
Tierra de los supuestos extraterrestres (1). A estas reuniones, como
digo, llegaron decenas de curiosos y varios de los más destacados
receptores de las célebres cartas «ummitas». Entre los primeros (simples
interesados en el fenómeno «Ummo») se hallaba una mujer: María Antonia
Segura. Meses antes, en su domicilio, en Barcelona, María Antonia había
formulado una muy poco frecuente petición. Durante la noche, y en la
soledad de su dormitorio, conocedora desde hacía tiempo de los informes
«ummitas», pidió mentalmente que -si existían- se pusieran en contacto
con ella. «No recuerdo bien si fue durante una concentración mental o
mientras leía una de las cartas. La cuestión es que formulé la petición.
Lo hice mentalmente. Y pedí que respondieran con el seudónimo MAS
(iniciales de María Antonia Segura). De este asunto no dije nada a
nadie.»
(1) Según reza en los informes
mecanografiados, los «ummitas» procederian de un planeta llamado «Ummo»,
situado a unos catorce años luz de nuestro sistema solar. Su descenso a
la Tierra, según dichas cartas, se produjo el 28 de marzo de 1950, en el
Departamento de los Bajos Alpes, en Francia. Concretamente, a unos ocho
kilómetros de la localidad de La Javie. A partir de ese día, los
«ummitas» fueron estudiando a la raza humana, extendiéndose
progresivamente por todos los continentes. En los citados informes, los
«ummitas» describen sus peripecias a lo largo de esos años y cómo
decidieron establecer comunicación con determinados ciudadanos (los
receptores de las cartas).
María Antonia Segura
("MAS"). |
P. José
María Pilón. Merced a su investigación, fue posible averiguar
quién era María Antonia Más. (Foto: J.J.
Benítez.) |
Un mes después del congreso, con fecha
26 de abril, mi buen amigo Luis Jiménez Marhuenda recibía otra carta
firmada por los «ummitas». En total, casi nueve folios. Al final, como
despedida, los supuestos extraterrestres formulaban un saludo a varios
ciudadanos españoles entre los que se encontraba una tal María Antonia
Más...
Durante algún tiempo, los expertos en
«Ummo» se rompieron la cabeza, tratando de averiguar quién era aquella
mujer. Nadie la conocía. Era la primera vez que los «ummitas» la
mencionaban. Y así hubieran continuado las cosas de no haber sido por la
oportuna intervención de José María Pilón, jesuita, también mencionado
en esa misma carta. «Me hallaba en el hospital Clínico, acompañando a
María Antonia. Creo recordar que habían operado a un tío suyo. Le
mencioné el asunto de Más y se quedó lívida. Escuchó una grabación de
Rafael Farriols en la que daba lectura a la referida carta y, como digo,
palideció. Entonces me contó su petición, meses atrás. Nunca hemos
podido explicarlo. María Antonia lo hizo
mentalmente...»
Principio y final de la carta
"ummita" enviada a Luis Jiménez Marhuenda. Entre las personas
citadas aparece María Antonia Más. |
Así
empieza la carta "ummita" recibida por Farriols. (Archivo de
Rafael Farriols.) |
Algo similar le sucedió a Rafael
Farriols, uno de los ciudadanos españoles que ha reunido mayor
documentación sobre el misterio de «Ummo». Así me lo ha contado en
diferentes oportunidades: «En agosto de 1996 recibí una nueva carta
"ummita". En ella, entre otras cosas, me comunicaban algo que, en un
primer momento, no acerté a entender. Pedían que hablara en un tono
superior a los diecisiete decibelios... Después caí en la cuenta. En una
carta anterior, los "ummitas" me anunciaban que podía plantearles -de
viva voz- cuantas preguntas considerase oportuno. Y así lo hice. Me
encerré en mi estudio y susurré algunas cuestiones. Lo hice hacia las
dos de la madrugada y mientras caminaba en círculos. Como puedes
suponer, me hallaba solo. Yo pensaba las preguntas y, acto seguido, las
susurraba...»
Pues bien, con fecha 26 de agosto
(1996), Farriols recibió la mencionada misiva en la que le advertían que
elevara el tono de voz por encima de los diecisiete decibelios. ¿Cómo
era posible?
Rafael
Farriols (izquierda) y J.J. Benítez durante el congreso homenaje a
la memoria del desaparecido Andreas Faber Kaiser, en
Barcelona.
Fue en este congreso nacional sobre
«Ummo», en Alicante, donde conocí otro caso que me llamó la atención. El
testigo principal, cuya identidad no estoy autorizado a desvelar, me
contó lo siguiente: ocurrió en Algeciras, hacía tiempo (no recordaba la
fecha con precisión). Se hallaba en su domicilio y, de pronto, se
produjo un corte en el suministro eléctrico. Al asomarse a la ventana
comprobó que el apagón había sido gneral, toda Algeciras estaba a
oscuras. Al otro lado de la calle vio un objeto posado en tierra y, por
delante del disco, una criatura de pequeña estatura que avanzaba hacia
el domicilio del testigo. Un vehículo que acertó a cruzar por el lugar
en esos instantes se quedó sin luces. El ser vestía un uniforme de color
verde con un símbolo en el pecho. Algo parecido a una «H». La cabeza
resplandecía. Era como si llevara un casco (una especie de pecera), pero
no pudo asegurado. No tenía o no vio cabello. Los ojos eran grandes y
alargados, del tamaño de sardinas. En un primer momento creyó que
llevaba gafas oscuras. El «hombrecito», de un metro, aproximadamente,
portaba botas altas de color blanco. Caminaba como si flotase, aunque
tocaba el suelo; un movimiento similar a los astronautas en el espacio.
El testigo observó también un cinturón ancho con dos luces rojas en la
parte de atrás (a la altura de los riñones). Parecían pilotos. Por
delante, en la zona de la hebilla, salía un haz de luz blanca. La
observación se prolongó durante diez o quince minutos. Después, el ser
regresó al objeto y la ciudad recobró la
normalidad.
El ser lucía un símbolo -una especie de "H"- sobre el
pecho. (Dibujo: J.J. Benítez, según las indicaciones del
testigo.)
"El hombrecito cruzó la calle como si flotase. Toda
Algeciras se quedó sin luz", declaró el testigo. (Foto: J.J.
Benítez.)
Algeciras (España), 20 de diciembre de
1980
El
presente caso fue descubierto por el veterano investigador Andrés Gómez
Serrano. Yo me limité a interrogar a los policías por segunda vez. He
aquí una síntesis de lo ocurrido aquel 20 de diciembre de 1980: «Nos
hallábamos de servicio en el interior del vehículo, aparcado frente al
colegio nacional Puerta del Mar. Serían las 23.50 horas. Estábamos
escuchando "Hora 25", de la Cadena Ser, cuando, de pronto, vimos
aparecer un objeto circular por la parte superior del parabrisas. Era un
disco de un color amarillo brillante, muy grande. Se desplazaba de oeste
a este, en dirección a Gibraltar. Detrás se movían otros objetos más
pequeños que terminaron incorporándose al grande. Cuando se alejaron,
hicimos ademán de salir del coche, pero, al intentar abrir las puertas,
aquel disco regresó y se colocó sobre nuestra vertical. Era grande y
silencioso. Entonces distinguimos "aquello" en la panza: una especie de
símbolo, que nos recordó el distintivo del cambio de marchas en las
palancas de los vehículos. Se clareaba perfectamente sobre el fondo
naranja de la base. Por último, ante nuestra sorpresa, volvió a alejarse
a gran velocidad y en la misma dirección: hacia Gibraltar. Minutos más
tarde, la radio anunció otros avistamientos ovni en La Coruña y en
Córdoba. A las 23.30 horas, un vecino de San Fernando, en Cádiz, vio lo
mismo que habíamos observado nosotros a las 23.50...»
Los testigos redactaron un parte
oficial.
El extraño símbolo que presentaba en la panza el ovni
observado en Algeciras en la noche del 20 de diciembre de
1980.
Algeciras (España), 24 de
diciembre de 1980
Cuatro
días después -a las 22.00 horas del 24 de diciembre- se registraba
en las afueras de la mencionada ciudad de Algeciras un segundo caso
ovni. Los testigos fueron otros tres policías y numerosos vecinos de El
Cobre. Esto fue lo recogido por Gómez Serrano en aquella ocasión: «El
tiempo era bueno. Cielo despejado, viento de poniente y la luna en fase
creciente. De pronto, sobre la vertical del quemadero del
Cobre-Botafuegos, apareció un objeto. Se hallaba quieto y no hacía
ruido. En la parte inferior -en la panza- se distinguía algo luminoso,
en forma de "H", Tenía un color rojo-anaranjado muy intenso. Lo vimos
muchas personas y durante mucho tiempo: más de cuarenta minutos. Después
salió disparado hacia Málaga, también sin ruido. Al alejarse dejó una
estela, igual que la de los reactores, pero de un color amarillento,
parecido al oro viejo. El "humo", o lo que fuera, tardó más de veinte
minutos en disiparse.»
El ovni observado en las afueras de Algeciras el
24 de diciembre de 1980 lucía una "H" en su base. (Dibujo: Andrés
Gómez Serrano, según las indicaciones de los
testigos.)
Vitoria (España), 29 de mayo de
1983
Éste,
probablemente, fue uno de los primeros casos ovni investigados por Iker
Jiménez. Iker, entonces, era un niño, y también los testigos. Esto fue
lo publicado en su momento: «Entre la multitud de colegiales que
acababan su jornada diaria en el colegio Marianistas de la capital
alavesa se encontraban Héctor Arana y Sebastián Izquierdo. Con apenas
diez años de edad, los muchachos vivían en el mismo edificio
situado a las afueras de la ciudad, todos los días iniciaban juntos
el regreso. Aquella tarde, espléndida, caminando entre unas escombreras,
observaron un punto luminoso que descendía muy próximo a las llamadas
Campas de Olárizu (proximidades de Vitoria).
»Junto al montículo más alto, donde hay
instalada una gran cruz de piedra, se percibía nítidamente un objeto
semejante a un huevo, blanquecino y que parecía flotar balanceándose
como una hoja muerta (distancia al ovni: unos tres
kilómetros).
Vitoria. El
objeto mostraba un extraño símbolo en color rojo.
Héctor Arana,
en la actualidad. (Foto: J.J. Benítez.)
»Con nerviosismo, los dos colegiales se
apartaron de la ruta habitual hacia el hogar, para adentrarse en una
senda que conduce a las campas. Tras caminar unos cien metros se
percataron de que el ovni aún seguía en el lugar. Cada vez más bajo y
trazando círculos en torno al montículo. En lo que parecía ser su
fuselaje, distinguieron un símbolo pintado en rojo. "Era como una cruz
qué terminaba en cada extremo en una semicircunferencia", declaró uno de
los testigos.
»La visión de esa extraña "letra" los
llenó de temor y, juntos, casi a trompicones, descendieron por la senda
hasta llegar al edificio donde vivían, en la capital
alavesa.
»Desde la azotea y junto a sus
familiares, aún pudieron observar algo parecido "a una estrella o
lucero" que se esfumó repentinamente cuando todavía no había
anochecido.»
Teruel
(España), julio de 1985
De los
avistamientos ovni con la célebre y ya familiar «H» en la panza, quizá
uno de los más completos e intrigantes fue el ocurrido en julio de 1985
en los cielos españoles. La calidad profesional de los testigos -toda
una tripulación de la compañía lberia- no deja lugar a dudas. El
comandante de aquel 727, Carlos García Rodrigo, un experimentado piloto,
con dieciséis mil horas de vuelo y cinco años en las Fuerzas Aéreas, me
relató así el encuentro: «Era una mañana preciosa. Cielo azul, sin una
sola nube. Hacíamos un puente aéreo Barcelona-Madrid. Fue el IB-1331
Volábamos relajados, sin ninguna preocupación. Altitud establecida:
29.000 pies. Y a eso de las 13.45 horas, sobre Maella (Teruel), en la
lejanía y a unos quince grados por encima de la visual, apareció algo
similar a una lenteja. Tenía un color titanio.
»"Ahí viene un colega", le dije al
segundo. Y seguimos charlando sin darle mayor importancia, aunque
pendientes, claro está, del supuesto tráfico. Y el "colega" siguió
acercándose. Mejor dicho, nosotros a él...
»Pero aquello no era un avión. La
"lenteja" fue tomando una clara forma esférica. "Eso no es un avión
-comenté de nuevo-. Eso debe de ser un globo sonda." Y empezamos a
prestarle toda nuestra atención. Entonces, conforme nos fuimos
acercando, vimos con claridad que "aquello" era esférico. Totalmente
esférico y de un color algo más oscuro que el aluminio. Como te decía,
similar al titanio.
»"Eso es un globo -insistí-. ¡Qué
curioso!"
»Y decidí comunicado al Control
Barcelona. La verdad es que era enorme y podía constituir un riesgo
potencial para la navegación.
»-Barcelona, ¿tiene usted algo
reportado...?
»Dimos la posición y Control Barcelona
respondió:
»-Negativo... No tenemos
nada.
»"Aquello" se encontraba muy alto.
Calculamos unos veinticinco mil o treinta mil metros. Dado que volábamos
sobre Maella, Barcelona nos aconsejó que lo notificáramos a Control
Madrid. Y así lo hicimos.
»-Negativo -replicó Madrid-, no tenemos
nada reportado.
»-¿Usted me tiene en el
radar?
»-Afirmativo.
»-Y más alto, delante de mí, en el
primario, ¿capta algo en pantalla?
»-No, no tengo
nada...
»Era extraño. Madrid debería haberlo
registrado. Mi avión aparecía en el radar.
»-Llame usted a los militares -insinuó
Madrid- y que rastreen la zona...
»Nos comunicamos entonces con
Zaragoza y les advertimos de la presencia de aquel objeto. Total, que
nos fuimos aproximando y "aquello" siguió "creciendo y
creciendo"...
»En mi opinión, se hallaba estacionario
o casi. En esos momentos se presentaba como una gran pelota metálica.
Como podrás imaginar, el ambiente en cabina se fue caldeando. "Aquello"
no era normal. Y descubrimos que no era un globo sonda. Carecía del
típico instrumental que suele colgar de esos artefactos. Pero, entonces,
¿qué era?
»Llamé de nuevo al radar militar
de Calatayud ("Siesta"), pero la respuesta fue igualmente negativa. No
tenían nada en pantalla. En eso, entró en la frecuencia otro colega: un
avión que volaba de Valencia a Madrid. Y comunicó: "Afirmativo. Nosotros
también lo vemos. Tenéis un objeto ahí arriba... Lo tengo a la vista y
le confirmo que no es un globo sonda."
»¡Impresionante! ¡Aquello era
impresionante!
La esfera podía tener 376 metros de
diámetro.
»Entonces decidí llamar al resto
de los tripulantes. Todos pasaron por cabina, confirmando nuestras
impresiones: "Era una esfera..., no tenía alas ni timón..., era
enorme..., color oscuro..." En total, nueve testigos.
»Enorme, sí, como tres o cuatro veces
un Jumbo. Y nos fuimos deslizando por debajo de aquella "cosa".
Permanecía quieta, majestuosa. El sol, en el cenit (eran las doce, hora
solar), iluminaba el casquete superior de la esfera. El inferior,
obviamente, aparecía más oscuro. Y nos colocamos bajo "aquello". Como te
digo, nos impresionó. El diámetro era gigantesco. Al recordado se me
pone la carne de gallina. Llamamos nuevamente a Madrid y a los
militares. Confirmamos la posición y les anunciamos que lo teníamos en
nuestra vertical. Respuesta negativa. El objeto seguía sin ser detectado
en los radares...
»Fue un espectáculo. Conforme pasábamos
por debajo, todos lo contemplamos por las trampillas superiores de la
cabina. Y la tensión se multiplicó al descubrir aquel signo en la parte
inferior de la esfera. Ya no tuvimos duda. "Aquello" era algo anormal.
En la panza, por llamado así, apareció una especie de "H", con otro palo
vertical en el centro. Era algo descarado, en negro y resaltando con
absoluta nitidez.
»-¡Mira! -gritamos-. ¿Qué signo
es ése?
»Lo reportamos a Madrid e
insistí:
»-Ahora estamos debajo. ¿Me
tienen en pantalla?
»-Afirmativo -contestó Madrid-.
Usted aparece limpio, pero nada más.
»En ese instante me asusté. ¿Un campo de
energía? ¿Podía afectar al avión? Aquella "cosa" gigantesca, inmóvil en
el cielo, tenía que sustentarse de alguna forma...
»Pero no. El
instrumental no se vio afectado en ningún momento. No tuvimos
problemas.
< El
comandante García Rodrigo, testigo de excepción de una nave con la "H"
en la panza. (Foto: A Tiedra.)
»¿Qué podía ser aquella "H"? No lo sé.
Quizá unas compuertas cerradas. Quizá una marca o una protuberancia
pintada en negro. Lo que estaba claro es que era algo artificial y
perfectamente definido. A pesar del sombreado de esa zona, se distinguía
con absoluta claridad. Al principio, lógicamente, no era visible, debido
a la curvatura. Después, cuando lo tuvimos a unos ochenta grados,
apareció nítido. Y recuerdo que dije:
»-Madrid, reporto fenómeno ovni. Tome
usted nota. Voy a hacer un informe oficial…
»-Recibido.
»Y así lo hice. Una copia fue para la
compañía Iberia y otra para Aviación Civil. Todo esto, naturalmente,
quedó grabado en las respectivas torres de control y estaciones de radar
con las que establecimos contacto.
»Entonces, el
tráfico que volaba de Valencia a Madrid intervino de nuevo, confirmando
mis palabras:
»-Afirmativo. Vemos una
esfera...
»Sí, de eso se trataba: una esfera
metálica. De eso no hay duda. De haber sido un globo estratosférico,
habríamos apreciado las típicas deformaciones en las paredes. Además,
como te digo, "aquello" no era elíptico. Era una esfera
perfecta.
»También activé el radar
del avión pero, al igual que "Siesta" y Madrid, no captó nada. Y al
dejarlo atrás nos apresuramos a dibujar el signo que habíamos visto en
la base. El resto del vuelo fue normal. Según mis cálculos, la
observación pudo durar alrededor de siete u ocho minutos. Es decir,
durante algo más de cien kilómetros. Jamás lo
olvidaré...»
Modelo de globo estratosférico.
Nada que ver con lo observado en julio de 1985 por la tripulación
de Iberia. [Gentileza del Centro de Lanzamientos de Globos
Estratosféricos de Aire-sur-L´Adour, en Las Landas
(Francia).] |
Trayectoria de los dos aviones que observaron el
ovni sobre la vertical de
Maella. |
La esfera metálica -según los pilotos- era enorme.
Más de trescientos metros de diámetro. Para otros expertos, el ovni
podía alcanzar 1.200 metros de diámetro (Ilustración: J.J.
Benítez.)
Sevilla
(1986): "Después, aquel hombre volvió a dibujar el signo, pero con
cuatro arcos en los extremos de la "H", explicó la cantante. A la
izquierda y abajo, los símbolos observados en las naves de Curitiba y
Vitoria, respectivamente.
> La "H" en el hall de la casa de J.J.
Benítez, en Cádiz.
Sevilla (España), 1986
Supongo
que no fue casual. En 1995 abandoné el País Vasco y me trasladé a la
tierra de mi padre: Barbate, en la costa de Cádiz. Allí construí una
casa y, todavía no sé muy bien por qué, en el hall me empeñé en colocar
el ya familiar símbolo «ummita». La mayor parte de cuantos acertaron a
visitar aquella casa, en forma de ovni, preguntó, intrigada, el
significado de la referida «H». Éste fue el caso de una de las personas
que me honró con su presencia en la mañana del jueves, 20 de enero de
2000. Esta mujer, una extraordinaria y muy popular cantante, cuya
identidad no considero oportuno revelar, se quedó perpleja al observar
la gran «H» de piedra. Después, a lo largo del almuerzo, me confesó lo
siguiente: «Yo conozco ese signo. Fue en 1986, en Sevilla. Me encontraba
en un bingo, con dos primas mías, cuando, de repente, entró en el local
un hombre de unos cincuenta años. Era delgado, con una barba canosa e
iba vestido de oscuro. Caminó hacia nuestra mesa y se sentó a mi lado, a
mi izquierda. El gesto nos extrañó. Había otras mesas libres y nosotras
no lo conocíamos. Es más: el hombre retiró los abrigos situados a mi
izquierda y ocupó la silla, a mi lado. Nos quedamos perplejas. Entonces,
el hombre tomó mi cartón y, sin mediar palabra, dibujó un símbolo por la
parte de atrás. ¡El mismo que tienes ahí, en el hall! Y escribió:
"UMMO." "¿Qué es eso?", le pregunté. Él respondió: "No lo vas a
entender." Y procedió a dibujar unas letras por debajo de la "H". Eran
letras que no conocía, aunque me recordaron el griego: alfa, omega,
etc. Hablaba raro. Parecía estar afónico. Me dijo que "algún día me
acordaría de él", y se marchó. La verdad es que no he recordado el
asunto hasta el día de hoy, al entrar en tu casa y ver ese símbolo, el
mismo que me dibujó aquel señor. ¿Por qué lo tienes ahí?, ¿qué
significa?, ¿qué tiene que ver conmigo?»
Voronez (Rusia), setiembre de 1989
El 9 de
octubre de 1989, la agencia de noticias TASS asombraba al mundo con el
siguiente comunicado: «Confirmado aterrizaje ovni en Voronez. Los
científicos han confirmado que un ovni aterrizó recientemente en un
parque de la ciudad rusa de Voronez. También han identificado el lugar y
hallado rastros de alienígenas que dieron un corto paseo por el parque.
Los alienígenas visitaron el lugar de noche, al menos tres veces. Una
gran bola o disco fue visto suspendido en el aire sobre el parque, luego
aterrizó, se abrió una portezuela y una, dos o tres criaturas similares
a los humanos y un pequeño robot salieron de la misma. Los
alienígenas medían tres o cuatro metros de alto, pero las cabezas eran
muy pequeñas, según los testigos. Caminaron cerca de la bola o disco y
luego se introdujeron en la misma. Los testigos estuvieron aterrorizados
durante varios días...»
El objeto se inmovilizó cerca
del suelo. Se abrió una puerta y vieron aparecer una criatura
gigantesca, sin cabeza. El ovni presentaba una señal luminosa en
forma de "H". |
Uno de
los árboles destrozado en el descenso del ovni, en el parque de
Voronez (Rusia). |
< Algunos de
los testigos de los diferentes casos ovni registrados en Voronez a
finales de setiembre y primeros de octubre de 1989.
En mis archivos han sido registradas
más de cien páginas sobre este célebre caso, acaecido en la ciudad rusa
de Voronez, a poco más de cuatrocientos kilómetros al sureste de Moscú.
En realidad, no fue un solo aterrizaje, como afirma TASS, sino varios,
denunciados por numerosos testigos a lo largo de los días 21, 23 Y 29 de
setiembre y 2 de octubre de ese año (1989). El más notable se produjo el
27 de setiembre, hacia las 18.30 horas. Según los testigos, al principio
observaron una luz rosa que evolucionó sobre el parque del sur, en las
proximidades del barrio de Levoberezny. Allí, en una parada de autobús,
esperaban entre treinta y cuarenta adultos. En el parque en cuestión
jugaba una decena de niños. Todos quedaron sorprendidos ante la
presencia de la referida luz rosa. El objeto evolucionó sobre el lugar,
presentándose como una esfera de unos diez metros de diámetro. Después
se alejó, siempre en silencio. Al poco la vieron regresar. El objeto, de
un color rojo intenso, parecía buscar un lugar donde tomar tierra.
Finalmente se detuvo a unos diez o quince metros sobre el referido
parque. En la parte inferior del ovni se abrió una puerta y los
asombrados testigos distinguieron una silueta. Se trataba de una figura
«humana», enfundada en una especie de buzo plateado y de una sola pieza.
Era muy alto. Según los testigos, de unos tres metros. Parecía no tener
cuello. La «cabeza» era prácticamente inexistente, «como un pequeño
hemisferio entre los hombros». El ser -dicen- tenía tres «ojos»
luminosos (el central se movía). La nariz era un agujero. En el pecho
lucía un disco, «similar a un emblema». El «hombre» (?) miró a su
alrededor y terminó desapareciendo. Acto seguido, la esfera (para otros
testigos tenía forma de huevo o de plátano) descendió lentamente y tomó
tierra. Al llevar a cabo esta maniobra, destrozó parcialmente un álamo.
Según los testigos, el objeto presentaba una señal iluminada, en forma
de «H», Al tocar el suelo, la puerta se abrió de nuevo y por ella
salieron tres criaturas de cabezas puntiagudas, «como cabezas de
alfiler». Eran muy altas (entre tres y cuatro metros), con buzos
plateados y botas de color bronce. Junto a las criaturas aparecía una
especie de robot. Uno de los seres empujó al robot y éste se activó.
Acto seguido, todos ellos empezaron a dar vueltas alrededor de la nave.
Uno de los seres emitía un extraño sonido («como si fueran órdenes»).
Del pecho salía un haz de luz que formaba triángulos luminosos en el
suelo («triángulos» de 30 por 50 centímetros). En esos momentos, la nave
y las criaturas desaparecieron de la vista de los testigos, y
reaparecieron a los cinco minutos, aproximadamente. Uno de los niños
gritó, y uno de los seres lo miró con sus ojos luminosos y lo paralizó.
Este ser portaba una especie de «tubo» de cincuenta centímetros de
longitud, colgando de un costado. Entonces, la criatura apuntó con el
«tubo» a otro de los muchachos y el joven desapareció de la vista de los
testigos. Los seres regresaron al aparato y la nave ascendió y
desapareció. Según algunos testigos, en el cielo quedó una especie de
«X». En esos instantes, el joven «desaparecido» volvió a aparecer. En la
zona quedaron huellas del aterrizaje. Según los expertos, el ovni podía
pesar del orden de once toneladas. Algunos de los análisis detectaron en
la zona de las huellas una radiactividad más alta de lo
normal.
Diferentes versiones de los ovnis observados
sobre Voronez en los últimos días de setiembre de 1989. En la
imagen inferior, una esfera de cinco metros de diámetro con una
puerta. |
Robot
observado por los niños de Voronez. Al parecer, salió por la
puerta de la esfera de color rojo. El hecho tuvo lugar hacia las
21 horas del 23 de setiembre de
1989. |
Otro de los niños de Voronez
(Zenya Blinov) aseguró que el día 26 o 27 de setiembre, hacia las
19 horas, vio un objeto con ventanillas. De la nave salió un ser
de unos tres metros de altura. "En la cabeza tenía dos ojos y,
algo más arriba, una luz roja. En el pecho lucía un disco con tres
puntos de diferentes colores y, algo más abajo, un rectángulo (?)
que empezó a salir hacia el exterior del
cuerpo." |
Emblema
o símbolo que presentaba una de las naves observada en la ciudad
rusa de Voronez en 1989 (dibujo de los
testigos). |
Colombia, noviembre de 1989
Con fecha
10 de febrero de 1991 recibí una carta procedente de Cundinamarca
(Colombia). Dado su interés, la reproduzco en su
totalidad:
Estimado J. J.
Le debe resultar harto difícil a usted
o a sus colaboradores, entresacar de entre el cúmulo de comunicaciones
recibidas, algo que mueva su interés en razón de la posible verdad
existente en ellas. Es obvio. Nos encontramos en el límite de lo
imposible y todo el mundo desea ver más allá. Después de todo, es lo
único que le resta hacer a los hombres.
La razón de esta carta es un tanto
diferente.
Ante todo deseo hacerle llegar
con humildad y respeto, una de mis novelas recientemente editada por
Plaza y Janés. Espero que la encuentre agradable. Fue escrita durante mi
larga estadía en Perú (1979-1987), época en la cual nos cruzamos en las
llanuras de Chilca tratando de ver los OVNIS del amigo Sixto Paz Wells o
visitando al médico de ICA y su colección de
petroglifos.
Para ese entonces,
yo ignoraba «cómo» mirar el mundo. Estaba demasiado ocupado en los
problemas de la aviación mundial en mi cargo de Director Regional para
Sudamérica de la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional),
donde, entre otras cosas, los informes de «avistamientos» venidos de los
catorce gobiernos de Sudamérica, tenían como destino final, el archivo
de las cosas inútiles. Apenas lógico.
Durante mi larga
carrera aeronáutica, controlador de radar, piloto, ingeniero aeronáutico
y finalmente diplomático de la aviación (lo más difícil), nunca tuve la
fortuna de presenciar fenómenos que no pudieran explicarse. Sus
escritos, los de Von Daniken, Ibrahim y muchos otros me llegaban como un
algo refrescante de una posibilidad soñada pero no realizada. A la larga
todos tenemos en nuestro interior el sutil anhelo de «algo
más».
Esquivé adrede las
logias y hermandades, ya que tenía y sigo teniendo el convencimiento que
la búsqueda debe efectuarse hacia adentro. Además, para un individuo
egresado de la Universidad del Aire de Oklahoma, de la Real Escuela de
Tráfico Aéreo de Bornmouth (UK), de la École Nationalle de Aviación
Civil de Toulousse y el M.IT de Massachussets, lo de los OVNIS resultaba
un tanto ridículo, valga la expresión. Si el Director General de OACI
para Latinoamérica hablase de OVNIS, la estructura que soporta la más
grande organización aeronáutica del mundo se vendría al
suelo.
Como hecho anecdótico, alguna vez,
mientras participaba en una sesión del Comité Mundial de Aeronavegación
en Montreal, sede de OACI, se me ocurrió comentarle al Presidente de esa
entidad, un noruego de ojos cristalinos y mente pragmática, el problema
que presentaba el almacenamiento paulatino año tras año de los
voluminosos informes de avistamientos y nuestra incapacidad de responder
algo concreto a los numerosos gobiernos que los remitían, algo diferente
a: «hemos tomado atenta nota del informe remitido por su distinguida
oficina». El hombre me perforó con una mirada iracunda y me recomendó
que me dedicase a lo mío. Demasiados problemas se tenía con el
establecimiento de normas técnicas para construcción de aeronaves,
aeropuertos, ayudas a la navegación e intereses políticos y financieros
de los estados, como para ocuparnos de semejantes tonterías. La verdad
es que me sentí ridículo. Pensaba sin embargo, que una cosa son
avistamientos de amas de casa, de conductores de autobuses o niños
exploradores y otra, aquéllos informados por pilotos de aviones F5,
Mirage 2000, expertos en radar o comandantes de abordo con miles de
horas de vuelo a su haber.
El tiempo transcurrió. Quince
años para ser más exactos.
En noviembre de 1987, al
alcanzar la edad que las Naciones Unidad, entidad madre de OACI, llama
«early retirement age» me acogí a los beneficios (excelentes entre otras
cosas) de la pensión de retirados y me dediqué a investigar, aplicando
el raciocinio técnico adquirido en treinta años de experiencia
aeronáutica, hurgando en libros nuevos y viejos, leyendo y releyendo
autores «buenos» y «malos» en el campo de la «ovniología» llegando a una
conclusión inicial pero importante: los farsantes son la gran
mayoría.
El día 8 de
noviembre de 1989, salió al aire por la televisión Colombiana (canal 9),
un reportaje que se me hizo semanas antes, en mi calidad de Director de
la OACI en retiro, sobre el asunto OVNI, dada la aparición por ese
entonces en la URSS de algunos de estos artefactos y de sus tripulantes
gigantescos al decir de algunos mujiks de la taiga siberiana. Se trató
de un reportaje serio, en el cual además del suscrito, participaron el
director del observatorio astronómico de Bogotá, el director del
Instituto Geofísico de los Andes y otras «personalidades». Mi opinión
fue que se trataba de fenómenos sin pruebas científicas válidas y que su
veracidad era, como en casi todo este tipo de casos, altamente
cuestionable.
Un día después, el 9
de noviembre, a las 7 pm, algo o alguien se encargó de romper mi
escepticismo en pedazos.
Junto a mi esposa y
mis cuatro hijos (un médico, un ingeniero electrónico, un comunicador
social y una niña estudiante de bachillerato) fuimos «abordados»
mientras conducíamos nuestro coche en un trayecto cercano a nuestra
vivienda campestre entre las localidades de Tabio y Tenjo en el
Departamento de Cundinamarca, a escasos treinta kilómetros de Bogotá,
por un objeto alargado de dimensiones descomunales (dos o tres veces un
Boeing 747), el cual no sólo contestó a la intermitencia de las luces
del automóvil, sino que se detuvo sobre nuestro coche durante algunos
minutos a una velocidad mínima y silenciosa y torció luego hacia
occidente hasta perderse en un pequeño vallecito de las
cercanías.
El fenómeno fue observado por
algunos campesinos de la localidad y una buena cantidad de veraneantes
de la capital.
Le envío un anexo,
copia del informe que me permití enviar en forma confidencial al
Ministro de Aviación, un buen amigo que de seguro lo mantendrá en
secreto o le dará tierna sepultura en un archivo
inexpugnable.
Esta carta no
intenta simplemente transcribirle un hecho de avistamiento igual a los
centenares que supongo le serán enviados. No es ésa mi intención y
espero que usted lo entienda así. No soy tampoco un autor en busca de
promoción a través de alguien consagrado como J. J. Benítez. Poseo
ingresos suficientes para vivir con relativa comodidad y el producto de
mis libros es donado por lo regular a entidades de
caridad.
El objetivo es el
contacto con alguien que «conozca». Por la experiencia que vivo en la
actualidad sé que «una cosa es lo que se escribe y otra lo que se
sabe. No se puede escribir todo aún. Sólo se sugieren algunas cosas a
ser entendidas por algunos. Aunque la apertura está cerca, no todo se
puede liberar.»
Tras el
avistamiento, mi vida y la de los míos ha cambiado. Entre el cúmulo de
informaciones que se han recibido me intriga el signo que aparece en la
fotocomposición casera que le envío y que planeo utilizar como portada
de una novela ya terminada, «La Señal».
El emblema de marras
ha aparecido en nuestros sueños y estados meditativos por meses. Alguien
me ha dicho que en uno de sus primeros libros ha aparecido.
Desafortunadamente he hurgado librerías de todos los tipos sin
obtenerlo. Le agradecería que si no tiene objeción y si su tiempo lo
permite, me explicara de que se trata.
Si todo esto tiene
para usted alguna importancia, le rogaría que me lo hiciese saber. Los
originales de LA SEÑAL están a punto de serIes entregados a P&J. Sin
embargo, si usted desease leer las 242 páginas ya escritas antes de que
salgan a la luz, bien podría enviárselas. La mayor parte de lo allí
consignado ha llegado por «vía directa» y tengo la gran duda si su
publicación sería conveniente.
Buen amigo Benítez, excuse mi
intromisión en su valioso tiempo. Si desea confirmar mi identidad puede
hacerla a través de la Dirección de Aviación Civil en Madrid o
directamente a Secretary General lCAO. Place de Aviation Civil.
Montreal. Canadá.
Reciba un abrazo afectuoso.
Ing. Rafael de J. Henríquez Theran
Cundinamarca
Colombia.
RELACIÓN DE
ACONTECIMIENTOS SUCEDIDOS EL DÍA 9 DE
NOVIEMBRE/89
Hora 7:35 pm.
Mis hijos Ariel, estudiante de ingeniería electrónica de la
Universidad de Santo Tomás en Bogotá, y Rafael Henríquez, médico
cirujano recién egresado de la Universidad Mayor de San Marcos de
Lima-Perú, junto a mi sobrino Ricardo Castillo ingresan precipitadamente
a mi residencia campestre en el K-5 de la carretera Tabio-Tenjo, y
visiblemente excitados me informan que durante su viaje en automóvil
desde el primero de los pueblos nombrados, han avistado un objeto
luminoso en el cielo, el cual pareció seguirlos durante un buen trecho y
posteriormente intercambió con ellos señales luminosas. Según la
narración de los jóvenes, el objeto en cuestión pareció responder a las
señales emitidas por ellos al encender y apagar repetidamente los faros
del automóvil, efectuando una acción similar.
Ante tales
informaciones, me dirigí en compañía de los ya mencionados familiares y
junto con mi esposa Carmen y mi hija Alexandra hacia la zona de la
carretera donde, según ellos, se había presentado el
hecho.
La noche estaba
despejada casi totalmente a excepción de pequeñas bandas de
alto-estratos hacia la zona nororiental. El firmamento estrellado era
fácilmente apreciable.
7.50 pm.
A la altura del kilómetro 2.5 antes de llegar a Tabio,
establezco contacto visual con lo que, según ellos, era el
objeto.
Éste tiene intensidad lumínica
superior en varias magnitudes a los astros de fondo en esa zona del
cielo.
Tras una leve
detención del vehículo para una mejor observación, reinicio la marcha y
dirijo el automóvil en la dirección en la que aparece el objeto
luminoso.
Ingeniero Rafael de J.
Henríquez. |
Tras un
avistamiento ovni, el ingeniero Henríquez Theran y su familia
empezaron a "ver" este emblema en sus sueños y estados
meditativos. Ellos, entonces (noviembre de 1989), no conocían su
posible significado. (Gentileza de la familia
Henríquez.) |
7.57 pm.
La luz se reduce. Parecería que el objeto retrocede hacia el
OrienteNor-Oriente. Siguiendo la carretera, continuamos en
dirección hacia el foco de luz el cual se aleja cada vez más hacia la
zona del Municipio de Cajicá.
8.00 pm.
Después de cruzar Tabio y continuar 3 o 4 kilómetros en
dirección a Cajicá, se pierde el contacto visual. Descendemos del
automóvil y moviéndonos a pie, efectuamos una exploración visual del
cielo en esa zona. Las colinas cercanas al valle del Río Frío en la zona
del Puente de la Virginia, reducen la visibilidad y dificultan las
observaciones. Regresamos al automóvil y emprendemos el camino de
regreso.
8.10 pm.
Tenemos una visión momentánea de la luz en el cielo. Ésta se
desvanece tras las colinas en dirección hacia el Sur Sudoeste; en otras
palabras, en dirección a Tabio desde donde habíamos venido
anteriormente. Cruzamos Tabio sin observar nada. La iluminación del
pueblo impide la visión.
8.25 pm.
Salimos del pueblo hacia el sur en dirección a Tenjo. A la
altura del kilómetro 1,8, quienes van en la parte trasera del automóvil
informan a grandes voces que la luz en el cielo comienza a seguimos.
Detengo el automóvil y descendemos. La luz se ha detenido. Calculo que
se encuentra a unos dos o tres mil pies de altura sobre el nivel
promedio del valle. Su intensidad luminosa es alta. De encontrarse
detenida, su estabilidad es absoluta. Ausencia total de movimientos de
cabeceo o balanceo. No hay ruido de motores de explosión o turbinas ni
zumbido de aspas de rotores.
8.32 pm.
Tras algunos minutos de observación, continuamos nuestro camino
hacia el sur mientras la luz permanece estática.
A la altura del
kilómetro 2,8 o 3, es avistada nuevamente. Mis familiares sostienen que
la luz continúa en seguimiento nuestro. Después de un difícil viraje
invierto de nuevo la dirección del automóvil. La luz se halla frente a
nosotros aproximadamente a la misma altitud que en la ocasión anterior y
a unos dos kilómetros de distancia. Enciendo y apago las luces del
vehículo. A su vez, las luces del objeto volador hacen lo mismo.
Descendemos todos del vehículo. La luz se ha detenido de
nuevo.
8.43 pm.
En ese preciso instante cruza un avión comercial en dirección
norte-noreste (posiblemente un vuelo hacia la costa atlántica que
utiliza el SID <salida normalizada> hacia el radiofaro de
Zipaquira). El objeto apaga totalmente su luz. Cuando el avión cruza su
posición, la luz reaparece.
8.50 pm.
Resuelvo dirigirme hacia el objeto. Inicio la marcha de nuevo en
dirección norte (hacia Tabio). La luz parece retroceder poco a poco. Sus
desplazamientos son lentos como los de un aerostato (dirigible, zepelín,
etc.).
8.55 pm.
Nos detenemos en una curva cerrada a 1 km de Tabio,
aproximadamente. La luz se detiene. Utilizo los binoculares. La visión
de frente no produce resultados. La luminosidad no permite establecer su
forma. Luego comienza a moverse hacia nosotros manteniendo su altura
inicial (dos o tres mil pies-800 a 1.000 metros). Llega sobre nuestras
cabezas e inicia un viraje suave hacia su derecha, parecido a un viraje
clase A (3 grados/s). La observación con los prismáticos es entonces
posible: Superficie inferior gris oscuro mate, tres reflectores de alta
potencia empotrados en el fuselaje (blancos a proa y a popa, rojo en
parte media del fuselaje). Los reflectores son móviles y están
orientados hacia abajo. Desplazamiento silencioso. No hay ruido de
motores. Forma aproximada: ovoide alargada: Algunos de mis familiares
observan pequeñas ventanillas a los lados (el reducido campo visual de
los prismáticos me impide observar la nave en su totalidad). No se
observan plantas propulsoras ni superficies de sustentación
aerodinámica. No hay residuos gaseosos de combustión visibles ni
radiación térmica de tipo luminoso (chorros de escape, quemadores
posteriores (afterburners). No se observan tampoco luces de posición ni
faros estroboscópicos ni de anticolisión.
9.00 pm.
La aeronave se desplaza lentamente (velocidad estimada 40 a 60
km/h) con dirección oeste hacia las estribaciones occidentales de la
cordillera que circunda el valle de Tabio/Tenjo, 1 kilómetro aprox. del
cerro de Huaica. Al llegar a lo que podría ser el valle de Subachoche,
inicia un viraje escarpado hacia el sur penetrando entre las montañas y
perdiéndose de vista.
Nota:
Además de los cinco integrantes de mi familia que presenciaron
el evento e independientemente hicieron diagramas de la nave, el
fenómeno fue observado por don Miguel Jiménez, su esposa Martha y
por una enfermera a su servicio, residentes en la vereda de Huaica.
El mismo matrimonio tuvo un
avistamiento similar al día siguiente, en las horas de la noche en medio
del mal tiempo reinante.
Aunque se han
efectuado observaciones posteriores de varias horas durante las noches
de los días 11, 12, 13, 14 Y 15 de noviembre, los avistamientos no
se han repetido.
Rafael Henríquez Theran.
Ex-Director Regional de la Organización de Aviación Civil
Internacional, OACI.
Madrid, febrero de
1994
Aquella
madrugada, entre la 1.30 y las 2 horas, Enrique Muro se encontraba en la
cama, leyendo. Hacía frío...
«Recuerdo que me había tapado con dos
mantas. De pronto, sin explicación aparente, empecé a sentir un intenso
calor. Era una sensación incómoda, casi agobiante. Me sobraba todo.
Empecé a sudar. Aquello pudo durar unos minutos. Entonces, necesitado de
aire fresco, salté de la cama y me dirigí a la ventana. Ahora, con la
perspectiva del tiempo, me horrorizo. Era febrero. Podía haber cogido
una pulmonía...
> Enrique
Muro, dibujando el disco y la "H" que vio en la panza del objeto. (Foto:
J.J. Benítez.)
»La cuestión es que abrí la ventana y me
quedé mirando el cielo. Estaba nublado...
»Segundos después, lo vi. Era un disco
grisáceo, con un diámetro de veinte o veinticinco metros. Pasó
exactamente por mi vertical, quizá a diez o quince metros sobre la
azotea del edificio. Era impresionante...
»Me quedé absorto, mirando aquel objeto.
No hacía ruido. No tenía luces o, al menos, yo no acerté a distinguidas.
Navegaba muy despacio, como si "bailase"...
»Pude observado a placer. Lo vi en su
totalidad. Y nada más verlo descubrí aquel "relieve", en la base. Era
una enorme "H". Me pareció un emblema. Quizá formaba parte de la
estructura. Como te digo, tuve la sensación de que sobresalía,
resaltando del resto. Era una "H" con los brazos ligeramente curvados
hacia el exterior (?). Medía alrededor de diez
metros...
»No supe qué hacer. Allí estuve,
mirando, casi hipnotizado, hasta que desapareció por la azotea del
edificio de enfrente. Supongo que lo tuve a la vista durante seis o
siete segundos. Después regresé a la cama. No podía
creerlo...
»Ahora estoy seguro: aquella sensación
de calor no fue casual. Yo tenía que ver "aquello" por alguna
razón...»
El extraño
emblema, en negro, destacaba sobre el disco grisáceo.
El ovni pasó
por la vertical del testigo, a poco más de veinte metros de
altura.
Trayectoria del
ovni, al nordeste de Madrid.
< Capítulo 4 Capítulo 6 >
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